Llegar a los cuarenta

Muy lejos empiezan a quedar ya a los cuarenta los años de adolescencia en los que parece que el tiempo es infinito.


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Al llegar a los cuarenta debe sentirse algo así como que la vida ya no tiene vuelta atrás. Muy lejos empiezan a quedar ya los años de adolescencia en los que parece que el tiempo es infinito. Hay tantas cosas por hacer en la juventud que, aunque la vejez se atisba muy lejana, las ganas por vivir nos arrastran a querer comernos el mundo. Al final te das cuenta de que apenas has probado una pequeña parte de lo que te ofrece, pero ese es otro tema.



Hace poco escuché que los logros más importantes de la vida se alcanzan antes de llegar a los cuarenta y que, por tanto, hay que luchar para conseguir lo máximo posible antes de llegar a esta cifra. Según este argumento, los principales objetivos, las mayores ambiciones y los anhelos más significativos se obtienen en nuestras primeras cuatro décadas de existencia. ¿Con una esperanza de vida en España de alrededor de 80 años tenemos que conformarnos en la segunda parte de nuestra historia personal con lo que conquistamos en la primera?



Conozco gente con cuarenta, y también con setenta, que sigue teniendo sueños. Formar una familia, empezar a practicar ese deporte que tanto les gusta pero que no se han podido permitir hasta ahora, emprender nuevos proyectos profesionales, dedicar tiempo a esa afición que siempre les ha llamado la atención… Otra cosa es que los sueños que tenemos con cuarenta no sean los que teníamos con veinte. Todo cambia, se mueve, evoluciona. Pero la inquietud por conocer, experimentar y crecer hay que intentar mantenerla intacta.  



No es un mantra ni un eslogan made in Mr. Wonderful. Esto no es un alegato de esos que aseguran que los sueños se cumplen, porque no siempre es cierto. Muchas cosas no dependen solo de nosotros. Incluso algunas de las que sí que están únicamente en nuestra mano dormirán eternamente en el limbo de los deseos por realizar. Eso es así. Sin embargo, a un lustro de esos cuarenta tacos, me niego a pensar que a esa edad empezaré a vivir de las rentas (de las experienciales, se entiende). Menudo aburrimiento, ¿no?


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