Definitivamente, la culpa fue del chachachá. No hace falta crear ninguna comisión de investigación ni llevar a nadie a los tribunales. El asunto ya está claro. No hay responsables por los fallos en la ejecución de los protocolos el pasado 29 de octubre, ni de que no se crearan las infraestructuras necesarias para reducir la virulencia de una posible inundación, ni de que la respuesta a la emergencia se demorara de forma angustiosa y desesperante. Todos los cargos públicos de las administraciones autonómica y central estuvieron a la altura de las circunstancias y desarrollaron con diligencia su trabajo. No podemos reprochar falta de rapidez ni de profesionalidad.
Entiendo que esa es la conclusión a la que debería llegar la sociedad española tras escuchar las excusas de unos y otros acerca de lo que pasó ese terrible martes y también en los días posteriores. Si nos atenemos a las explicaciones dadas por los partidos de lo que ocurrió con la DANA, todas las decisiones y actuaciones son irreprochables. No sé por qué tanto debate alrededor de esta cuestión.
Ironías aparte, deduzco que no se dan cuenta del espectáculo tan esperpéntico que están ofreciendo al mundo y de cómo están aprovechando la situación para seguir manteniendo en pie, de manera ruin, su modus vivendi. Resulta bochornoso y patético que escurran el bulto y que sean incapaces de mostrar ni un ápice de autocrítica.
Hablo de los y las que se supone que llevan el timón, pero también de sus secuaces, oportunamente repartidos y repartidas por las ruidosas tertulias de la televisión y la radio; las lucidoras columnas de la prensa escrita; o en todas partes y simultáneamente. Cuesta entender cómo alguien puede sentirse tan identificado con el argumentario de uno u otro partido. Cualquiera diría que lo han escrito de su puño y letra y trabajan, en la sombra, para las gaviotas o las rosas. Uno, que es un poco malpensado.
Mentir no es solo engañar o inventar. Mentir también es ocultar parte de la verdad, por muy ciertas que sean tus afirmaciones. La realidad es poliédrica y mostrar solamente algunas de sus caras para crear un relato que beneficie a tus intereses, además de miserable, es tremendamente dañino para la democracia. No todo es blanco o negro, existen los matices. ¿Por qué no lo reconocemos?
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