Hasta el más tonto escribe un libro


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En el año 2000 saltaba el escándalo. Una de las comunicadoras más populares de nuestro país fue acusada de plagio por copiar fragmentos íntegros de otros libros para elaborar su primera novela. Helada. Así es como debió quedarse tras destaparse el pastel. Ella misma reconoció que había contado con la colaboración de otra persona para redactar la historia y, según contó la presentadora, la engañó. Más allá del plagio en sí, aquel caso puso de relieve la existencia de la figura del escritor en la sombra (todos recordamos cómo se le llamó en su momento).



Ahora, 15 años después de aquello, vivimos un auténtico boom editorial. Numerosos famosos de distintos ámbitos, aprovechando su tirón mediático, han dado el paso y se han lanzado a la conquista de las listas de ventas de libros. Una visita a cualquier librería evidencia el salto dado por muchos personajes televisivos (y también de muchos gurús de Internet) al mundo de las letras. Probablemente es difícil resistirse a firmar suculentos contratos que les pueden aportar importantes cantidades de dinero. Al fin y al cabo, la literatura también es negocio.



Y me pregunto cuántos escritores en la sombra estarán detrás de los múltiples éxitos literarios surgidos al calor de la notoriedad de estos supuestos contadores de historias. El respeto que se tenía antes por esta disciplina ha desaparecido completamente. Habrá excepciones. No lo dudo. Muchos periodistas conocidos por su labor al frente de espacios de entretenimiento estarán plenamente capacitados para poder ensamblar ellos mismos un relato de forma más que solvente. Pero observo casos tan evidentes en los que intuyo que no es así, que cada vez estoy más convencido de que, como dice mi padre, “ahora hasta el más tonto escribe un libro”. Y añadiría: “o se lo escriben”.



Muchos dirán que quizás es la única manera de que mucha gente lea. Y probablemente así sea. Pero entonces lo que deberíamos hacer es ofrecerles a los que realmente se dedican a este noble arte el espacio que merecen en los medios de comunicación. ¿Por qué no recorremos el camino contrario? ¿Por qué en vez de crear productos artificiales de usar y tirar no reconocemos la labor de la gente con talento para la escritura? ¿Por qué no abandonamos la senda fácil y arriesgamos? Se habla mucho de la telebasura pero poco de la literatura basura. Pero claro, la telebasura solo puede engendrar literatura basura. Qué perogrullada.



 


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