Euros, euros, dubidú

Sobre precariedad laboral, agricultura, comercio de proximidad, solidaridad...


img

La erupción volcánica en La Palma ha desatado una ola de solidaridad entre la sociedad española. Miles de personas han enviado donativos económicos para colaborar en la reconstrucción de la isla, que está siendo literalmente devastada a causa de la lava. Y entre las múltiples muestras de apoyo se encuentra una campaña de concienciación con la que se busca aumentar el consumo de plátano del terreno. Perfecto. Pero entonces, ¿si no hubiera catástrofe no se consumiría fruta de allí? Pues depende.



En los últimos años han proliferado en nuestro país los bazares en los que se venden productos fabricados mayoritariamente en Asia. En estos establecimientos podemos encontrar prácticamente de todo. Cualquier cosa que se nos ocurra, allí está. Lo mismo ocurre con las grandes plataformas digitales de distribución. Y ahora, tras la crisis económica provocada por la pandemia, muchas voces han pedido que intentemos priorizar el producto local y los comercios de proximidad, que son los que peor lo han pasado debido a las restricciones. Somos conscientes de la situación. ¿Pero hemos intentado modificar nuestros hábitos de consumo para facilitar a los pequeños empresarios la vuelta a la normalidad? Poco.



Llevamos mucho tiempo criticando que el campo no da para vivir a los pequeños agricultores. Cada vez son más las hectáreas abandonadas porque cultivarlas sería equiparable a coger el dinero, meterlo en una pira y prenderle fuego. Más silenciosa que el volcán, pero otra tragedia, al fin y al cabo. El tema es complejo, sí. ¿Pero qué hacemos nosotros cuando vamos al supermercado? ¿Quién se para a leer la procedencia de la fruta y de la verdura que compra? Una minoría.



Todos parecemos muy concienciados con el problema de la precariedad laboral. Preguntemos a quien preguntemos, seguro que nadie está de acuerdo con las condiciones de trabajo de los riders. ¿Pero quién se acuerda de eso cuando pedimos comida y queremos tenerla calentita en la puerta de casa diez minutos después? Tampoco nadie te dirá que está a favor del fraude fiscal y se indignará, y con razón, de los malabares de aquellos que camuflan parte de sus ingresos en cuentas situadas en paraísos fiscales. Pero resulta que luego algunos intentan ahorrarse unos euros pagando en B y no solo lo reconocen, sino que se muestran orgullosos de ello.



Estamos muy concienciados con los problemas de los demás. Somos la mar de solidarios… Hasta que nos tocan el bolsillo. Ahí se acaba el compromiso con nuestro entorno, con los que están más lejos y con el futuro. La vida está muy cara, vale, pero quizás podríamos tener un poco más de empatía, porque luego nos quejamos cuando no la tienen con nosotros. Somos incoherentes por naturaleza.


reflexiónblogeconomíacrisis económicacomunicaciónsolidaridadempatíadineroagriculturaprecariedad laboralempleoLa Palmacomercio local