Depende


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No recuerdo haber hecho nunca más de una hora de deberes en un día. Aunque también puede que haya sido porque más de una vez se quedara algún ejercicio que otro en blanco… pero esa es otra historia.



El caso es que en las últimas semanas se ha abierto el debate sobre la conveniencia o no de que los profesores les pidan a sus alumnos que desarrollen tareas relacionadas con sus asignaturas en sus horas libres, en casa. Unos las defienden fervientemente y otros abogan por eliminarlas por completo.



Quizás, como con casi todo, en el término medio esté la virtud. El problema no es tanto la cantidad de deberes sino el tipo de deberes que se plantean en las aulas. Si la escuela es el ambiente ideal para impartir conceptos teóricos necesarios para conocer y empezar a entender el mundo que nos rodea, ¿por qué no utilizamos el resto de la jornada para acercar y conectar esos conocimientos con la vida real?



Igual habría que proponer actividades que se puedan llevar a cabo en un entorno distinto al académico, para que vieran que esos conceptos que aprenden sirven para algo más que para justificar una calificación u otra en el boletín de notas trimestral. Me refiero a tareas como el visionado de películas relacionadas, visitar sitios en los que se pueda completar la información ofrecida por los docentes o simplemente dándoles tiempo para pensar ideas que les ayuden a desarrollar su creatividad (con su correspondiente reflexión posterior en clase, evidentemente).



Pero claro, para eso es necesario no solo la implicación de los padres sino una mejor coordinación de las familias con los centros. La falta de tiempo (y de costumbre) puede dificultar todo este proceso. Sin embargo, no por ello deberíamos desestimar la propuesta.



En definitiva, hace falta un cambio de mentalidad. Asumir que, si en algún momento fueron útiles los deberes tal cual los hemos conocido hasta ahora, quizá ahora ya no funcionen tanto y que, en consecuencia, puede que tengamos que buscar alternativas más dinámicas, atractivas y entretenidas.



Igual con este sistema no hubiera dejado ningún ejercicio en blanco durante mi infancia. O sí… Pero esa ya es otra historia.



 


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