Consume con moderación. Es tu responsabilidad

Cada vez conozco a más gente que vive completamente al margen de la actualidad. Y es más feliz.


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Poner los informativos de la tele este mes de agosto se ha convertido para mí en un auténtico suplicio. Lo de que las malas noticias siempre venden más lo sabemos desde hace tiempo, pero este verano creo que las cosas se han ido un poco de madre. Todo, absolutamente todo lo que se cuenta, son tragedias: los incendios, la inflación, la viruela del mono, los pinchazos en zonas de fiesta, los ahogamientos, la crisis energética, la sequía, la guerra de Ucrania… Y seguro que me dejo algunos temas. Zapear por los noticieros patrios es ya una actividad solo apta para valientes. Ya no digamos asomar la cabeza por los interminables magazines de mañana y tarde, que más que informar son auténticas armas de desinformación. ¿No es posible narrar la actualidad sin alarmar innecesariamente a la población?



Estas cosas están pasando, claro. No digo que mientan. Sin embargo, el periodismo consiste en darle la dimensión justa a cada hecho, en sintetizar los datos y en contextualizar para que la sociedad se forme una opinión sustentada en datos objetivos y en argumentos sólidos. Alargar durante horas un tema a base de testimonios, muchos ellos con claros intereses políticos detrás, lo único que provoca es confusión, inquietud y agitación. ¿Realmente está todo tan negro como lo pintan? ¿No hay noticias positivas con las que oxigenar un poco la escaleta de los programas? ¿Ningún responsable de estos espacios siente ansiedad cuando se apaga el piloto rojo y reflexiona sobre lo que el equipo le ha servido a la audiencia?



Se está agotando el hielo para aguantar este calor, empiezan a bajar las reservas de leña para este invierno en vistas a posibles problemas de suministro de energía y las autoridades no se están preparando para los probables repuntes de Covid-19 a partir del otoño. Incluso, por si no teníamos bastante con este apocalipsis, resulta que en uno de esos informativos han considerado necesario contarnos estos días que dos avionetas se han estrellado en Estados Unidos. Desconozco todavía las consecuencias que ese suceso ha tenido en nuestras vidas. Será que no soy capaz de valorar adecuadamente el alcance de los hechos. ¿Por qué acabar la sección de internacional con una buena noticia si podemos rematar con un accidente aéreo del que apenas tenemos 10 segundos de imágenes? Un plan perfecto.



Quiero pensar que el problema es que en medio de la vorágine informativa en la que estamos inmersos cuesta discernir lo importante de lo accesorio. De qué otra forma puede entenderse esta deriva. Los medios deben ofrecer lo que la audiencia necesita, no lo que, solo aparentemente, reclama.  



Con este panorama, no me extraña que el porcentaje de ciudadanos interesados en la actualidad haya disminuido alrededor de un 30% en los últimos siete años (según una encuesta de Reuters Institute). Cada vez conozco a más gente que vive completamente al margen de la actualidad. Y es más feliz. Malestar, preocupación, estrés, ansiedad, angustia… Con todos estos efectos adversos quizás sea un buen momento para empezar a abrir los espacios informativos con el mítico mensaje ‘Consume con moderación. Es tu responsabilidad’.


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